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La paradoja de la irracionalidad en la era de IA

Actualizado: 23 oct 2023

En una sociedad que se enorgullece de su acceso sin precedentes a recursos para el razonamiento y el conocimiento, resulta irónico –como señaló el profesor Pinker– que estemos inmersos en una marea creciente de irracionalidad. Tuve el privilegio de escuchar al distinguido científico cognitivo y profesor de Harvard, Steven Pinker, durante su reciente visita a Chile con motivo de la celebración de los 100 años de Deloitte en el país. Sus palabras resonaron profundamente al arrojar luz sobre esta paradójica situación en la que nos encontramos, donde el espacio público se ve inundado de noticias falsas, teorías conspirativas y una creciente incapacidad para mantener diálogos racionales entre grupos divergentes.

Es aún más intrigante considerar que, a pesar de los avances tecnológicos y la inteligencia artificial a nuestro alcance, la sociedad pareciera haber quedado desprotegida ante las corrientes de desinformación y el choque de ideas irracionales. Incluso en el ámbito académico, donde se espera un faro de razón y análisis crítico, hemos sido testigos de una colonización por movimientos como el postmodernismo y la teoría crítica. Estos movimientos sostienen que la verdad y la objetividad son construcciones sociales al servicio de los grupos dominantes, erosionando la misma base de la objetividad y limitando el terreno fértil para el debate y la exploración del conocimiento.

Pinker, en su inimitable estilo, nos conduce a una reflexión profunda. Nos plantea que, si bien somos seres capaces de razonar, nuestras facultades cognitivas, emocionales y morales fueron moldeadas por la evolución para asegurar la supervivencia individual y la reproducción. Esta adaptación, si bien nos concede la capacidad de aplicar la razón, también nos impone limitaciones que pueden dar lugar a la irracionalidad.

En el ámbito político, esta aparente irracionalidad se manifiesta de manera evidente. Pinker argumenta que ciertas creencias e ideologías se convierten en insignias de pertenencia cultural. Como resultado, las personas de una tribu determinada afirman o niegan sus convicciones no para demostrar su conocimiento, sino para afirmar quiénes son. A medida que la homogeneidad en un grupo se fortalece, la presión por pertenecer se intensifica, desplazando la búsqueda de la verdad hacia una búsqueda de validación moral, donde la identidad grupal prevalece sobre la lógica individual.

Este declive en la racionalidad tiene consecuencias perniciosas para la esencia misma de la democracia. Como advierte el rector Carlos Peña, el diálogo racional es fundamental para el funcionamiento de una sociedad democrática. Sin embargo, la preeminencia del discurso identitario amenaza con sofocar este diálogo, ya que la identidad personal eclipsa el compromiso con la razón y la argumentación.

En última instancia, es nuestro deber colectivo abrazar el llamado a la razón, fomentar el pensamiento crítico y participar en diversas tribus intelectuales. Solo mediante el renacimiento de una argumentación fundamentada y la búsqueda incansable de la verdad objetiva podremos disipar la paradoja de la irracionalidad que nos acecha. Así, podremos aspirar a un futuro en el que la democracia y la construcción de una sociedad más justa y fundamentada estén impulsadas por la luminosa guía del razonamiento.


Recomiendo el libro de Steven Pinker "En defensa de la Ilustración" y el de Carlos Peña "Ideas Periodicas: Introducción a la sociedad de hoy"


Cristián Rubio Adriasola

Director ChileSuma



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